2022 | Dir. David O. Russell | R | 134 mins. | 20th Century Studios
Traté de entrarle a Amsterdam (2022), pero estuvo difícil la cosa.
Este reguero (que al menos cuenta con buen diseño de producción) gira en torno a un asesinato (con canciones y víseras incluídas), que es fiction story (pero también basado en “hechos reales”) disfrazado de ¿comedia? (con rasgos satíricos y de índole crítico) combinado con una amistad/romance idílico (del cuál “Frida Khalo” estaría orgullosa) nacido en la capital titular; sin olvidar que, además, es un drama que toca los efectos post-guerra y, TAMBIÉN, un pseudo-thriller político con el White House Putsch (Estados Unidos, 1933) de fondo y un “mensaje final” tipo amor vincit omnia… Dianche, men.
Son 134 innecesarios y exhaustivos minutos que arrastran una sobrecargada historia que acaba siendo sobre todo y nada a la vez. Más que por coherencia narrativa, se rige –básicamente– por una colección de sketchs solapados (sin nada de congruencia o urgencia) en donde entran y salen un chorro de actores y actrices clase “A” de Hollywood (na’ más vean el poster arriba), interprentando sus papeles en 20 frecuencias distintas (dejando mucho que desear sabiendo el talento que tienen). Si están marea’os leyendo hasta aquí, mala mía. Estoy intentando recrearles el over-the-place feeling que transmite la película.

David O. Russell (el director, escritor y productor de esto) siempre ha hecho películas llevaderas con, más o menos, la misma fórmula. Los personajes principales (que casi siempre suelen ser interpretados por actores y actrices de renombre) deben atravesar por una o varias odiseas –a menor o mayor escala– hasta que llegar a un breaking point que los transforma, teniendo como base (o de trasfondo) algún evento histórico o verídico, que si resulta siendo caótico, mucho mejor.
Esto le ha resultado antes: Three Kings (1999), The Fighter (2010), Silver Linings Playbook (2012), American Hustle (2013) y hasta la misma Joy (2015) son ejemplos bastante funcionales de su filmografía. Pero, definitivamente, con Amsterdam se guayó bien guaya’o. Quiso recopilar sus greatest hits, pero olvidó cómo hacerlo y zumbó todo ahí sin cohesíon alguna. Acaparó más de lo que podía (o debía) y su comeback –luego de siete años– acabó siendo su peor película.



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