2022 | Dir. Martin McDonagh | R | 114 mins. | Searchlight Pictures

De todas las conexiones a las cuales los seres humanos nos vinculamos durante nuestro transcurso en el plano terrenal, no hay ninguna más compleja que una amistad. De forma saludable, es un vínculo afectivo que –poco a poco– se va convirtiendo en un sistema de apoyo. Los amigos pueden llegar a darte el paquete completo de virtudes y emociones que a veces falta en otras relaciones interpersonales. Nos brindan amor, confianza, respeto, soporte, lealtad… Nos sentimos a gusto con personas a nuestro alrededor que andan en la misma frecuencia que uno; más aún, que emanen esa vibra que nos impulsa a seguir. Muchas veces los amigos no están “24/7” de forma presencial, pero cuando la amistad es genuina, probada y desinteresada, basta con recordar que están –y estarán– ahí sin importar qué. Es por eso, y muchos factores más, que duele bien cabrón cuando una amistad “se acaba” de la noche a la mañana. De ese desafortunado evento, es que parte la trama de la bacanísima The Banshees of Inisherin (2022).

Esta tragicomedia, ambientada durante los últimos días de la Guerra Civil Irlandesa (1923), cuenta la historia de “Colm” y “Pádraic”; dos viejos amigos que solían encontrarse to’ los días en la barrita del pueblo a doblar codo y hablar mierda, hasta que “Colm” decide que no quiere ser amigo de “Pádraic” más na’. “Pádraic”, sin tener claro lo que está pasando o si hizo algo borracho que ofendiera a “Colm”, intenta recuperar y reanudar la amistad a como de lugar. Esto, lleva a “Colm” a tomar la decisión de cortarse un dedo de la mano cada vez que “Pádraic” optara por dirigirle la palabra, ya que el viejo está decidido a no querer ser más su amigo y no le importa tener que llegar a esos extremos con tal de demostrarlo. Después de esto, prosiguen una serie de peculiares situaciones que van poniendo a prueba la paciencia, cordura y el futuro de varios de los pintorescos personajes de habitan esta isla.

Más allá de lo absurda que pueda parecer la premisa o lo “graciosa” que puede llegar a ser (que por partes, lo es), The Banshees of Inisherin es, en su núcleo, una triste historia sobre el valor de la bondad, lo que queremos dejar cuando ya no estemos y las decisiones que tomamos cuando nos embarga la soledad. “Colm” nunca cortó la amistad con “Pádraic” por ser una mala persona, sino porque ya no le llenaba. La crisis existencial que lo arropó en el ocaso de su vida, le dio con dedicarse a dejar un legado musical que “durara por los siglos, como el de Mozart”, antes de que fuera muy tarde; y andar kikeando con “Pádraic” a diario lo alejaba de esa última meta propuesta en sus auto-declarados “últimos días”. Por otro lado, “Pádraic” era un bobo cria’o, de buen corazón, que poseía conocimiento limitado y carecía de ambiciones, pero que hallaba conforte en la simpleza de su diario vivir. Lo llenaba trabajar, pastorear a su rebaño, pasar el día con su burrita, cenar con su hermana, darse la fría… Tenía bien claro que, a pesar de que no sería recordado “para siempre”, era lo suficientemente bonachón como para ser relevante “aquí” y “ahora”; y su amistad con “Colm” era el mayor logro que había obtenido gracias a sus virtudes… Hasta que se acaba su amabilidad y optó, también, por irse a los extremos. “Pádraic” no pudo desligarse de su relación con “Colm”, ya que no nació de sí mismo acabarla. Por ende, no podía darlo por hecho.

El backdrop de la Guerra Civil Irlandesa –aunque no sea uno protagónico– toma un papel simbólico en la lucha de “Colm” y “Pádraic”. Se vuelve una representación misma del status de “hermanos en guerra”. A su vez, igual que el conflicto en tierra firme, las diferencias de estos frenemies captan la atención de todos los habitantes de Inisherin; invitando a algunos a “tomar bandos” y querer intervenir en la micro “guerra civil” que se libra en la islita. No menos importante, el impacto de esta “batalla” en varios de ellos, es uno que moldea el conflicto de “Colm” y “Pádraic” –y el destino de Inisherin como tal. Entre los habitantes afectados por esto figuran “Siobhán”, la hermana de “Pádraic” (la única con sentido común en Inisherin), el sacerdote de la iglesia (el más imparcial durante las confesiones), la chismosa de la tiendita (quien quería estar al día como fuera), el cantinero de la bodeguita (quien era el referee no-oficial), la vieja “mística” (quien era ignorada por todos, pero presagiaba lo que venía); “Peadar”, el abusador policía y “Dominic” –su incomprendido hijo (quien, luego de “Pádraic”, fue mi personaje favorito).

Como hace alusión el título, son los banshees (espíritus) –figurativos y literales– de todos ellos, los que acabarán dejando un folklórico legado en Inisherin. El título toma relevancia, además, por ser el nombre de la composición musical que está trabajando “Colm” para “el final”… ¿El final de qué? No se sabe.

El final su vida, la de “Pádraic”, la amistad, la guerra, el olvido… Puede ser de “todo” y “nada” al mismo tiempo, pero The Banshees of Inisherin no está interesada en tener una resolución absoluta. Su enfoque, mayormente, es en el cierre de pequeños ciclos que se remontan en el poder emocional que genera saber –o no saber– cómo no lastimar a la otra persona cuando una de las partes reconoce que la amistad no da para más. A lo último, luego de excesos, toxicidades y desafortunados accidentes, la fidelidad de ambos perduró, así fuera por lo “malo” o por lo “bueno”. Esto, da paso a la introspección; sobre el peso que tienen los recuerdos de lo que “antes fue” versus lo que “ahora es”.

The Banshees of Inisherin abarca muchos cuestionamientos morales, existenciales y filosóficos, y trata cada uno de ellos con una elegante genialidad. Aparte de lo poderosa que es su historia y cuán grandiosa está escrita, sus logros técnicos y actorales son impecables. Brendan Gleeson (Harry Potter) da una actuación soberbia como “Colm”, pero Colin Farrell (Fantastic Beasts) se lo lleva enrreda’o. Sus gestos faciales transmiten una angustia y melancolía que traspasan la pantalla. Yo creo que esta vuelta le generará par de nominaciones a premios. Barry Keoghan (Eternals) como “Dominic” también la tiene bien pesá’. Este chamaco ya es un pro interpretando personajes desequilibrados y maniáticos. Debería ser más famoso de lo que es. Mención aparte merece, además, Kerry Condon (Better Call Saul) como “Siobhán”. Su interpretación se pasea entre la elocuencia de ser una mujer educada y determinada y, a su vez, frágil y noble –sobretodo con su hermano. Todos brillan, pero quien se lleva la corona aquí es Martin McDonagh como director y escritor.

Con sólo cuatro películas en su filmografía (In Bruges, Seven Psychopaths y Three Billboards Outside Ebbing, Missouri siendo sus trabajos anteriores), ha demostrado que domina por excelencia el medio. Su background en teatro es evidente. No titubea a la hora de mezclar tragedia y comedia ni mucho menos se cohíbe en mostrar la vulnerabilidad masculina en diferentes facetas y etapas. Es un tema recurrente en sus películas, pero con ésta lo llevó a otro nivel.

The Banshees of Inisherin es una de sus mejores películas –definitivamente, la más emotiva. ¿Y en lo que mí concierne? Una de las mejores que he visto este año. No es “para la masas”, pero tampoco es inaccesible. Pueden darle una (muy merecida) oportunidad.

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