2022 | Dir. Mark Mylod | R | 107 mins. | Seachlight Pictures
The Menu (2022) está digerible, por así decirlo. Pa’ estar en el mismo flow de su temática, de aperitivo, arranca con la “básica” premisa de thriller que siempre cautiva; en la que un corillo de extraños viaja a una isla privada donde se encuentra el exclusivo restaurante de “Hawtorne”, el cual está capitaneado por el enigmático y reconocido chef “Julian Slovik”. Una vez “Slovik” comienza su desfile y desgustación de platos, los invitados de la velada se empiezan a dar cuenta que las cosas no son lo que aparentan ser.
Su elenco sobresale, siendo Ralph Fiennes (Harry Potter) y Anna Taylor-Joy (Split) quienes más se destacan como el chef “Julian Slovik” y la invitada/no-invitada “Margot Mills”, respectivamente. Fiennes le da a “Slovik” el aura de misterio y prepotencia necesaria para cautivar con su interpretación. Se pasea entre el egocentrismo, el sarcasmo y la locura que genera demostrar que es el mejor en lo que hace. A su vez, invita a que su fama, talento y vocación sean desafiadas por otros (y por él mismo). “Slovik” se halla en una etapa de hastío, donde busca renovarse, cueste lo que cueste; así implique que tenga que darse por vencido.
Por otro lado, Taylor-Joy como “Margot”, es con quien más uno se logra identificar como espectador. Es junto a ella que se va descubriendo que es la que hay con el restaurante, su dueño y los peculiares invitados de esa específica velada. Hong Chau (The Whale) como “Elsa” –la mano derecha de “Slovik”–, también se destaca en su breve aparición. Una vez a su personaje se le va lo de proper, se luce. No obstante, Nicholas Hoult (X-Men: First Class) como “Tyler”, no resalta como debió hacerlo (y razones tenía). Su personaje, prácticamente, se limita a ser un mamón y pasa sin pena y sin gloria por la narrativa.

Aparte de las actuaciones, The Menu cuenta con una dirección “con estilito”, que logra complementarse con la bichería de “Hawtorne”. Mark Mylod (Succession) la lleva con buen ritmo. No se extiende más de lo debido ni tampoco aburre. Sus transiciones entre géneros (del suspenso al dark-comedy y viceversa) no se sienten abruptas ni traicionan la escencia de lo que la película “quiere decir”… Y es ahí, en “lo que quiere decir”, donde tropieza.
Más allá de lo OK que puede llegar a ser, The Menu se ha promocionado (y hasta “celebrado”) como una sátira hacia la arrogancia que genera el status económico y cómo este se ve reflejado en algo tan cotidiano y necesario como lo es “comer”. Al mismo tiempo, expone como la denominada “alta cocina” y los estándares que esta exige, enajenan a sus creadores del placer que genera confeccionar un plato con fines puramente satisfactorios y no de prestigio. Eso, y su expurgante final, hacen bastante obvio todo lo que quiere traer a la mesa como “plato fuerte”. No deja nada para deducir o interpretar. Está todo explícito. En teoría, no está mal, pero, su pseudo-crítica se queda corta porque es declarada, pero hace ni dice nada relevante con ella o sobre ella.

Sí, el “privilegio” permite, a quienes lo poseen, cometer acciones y no pagar de la misma forma que “Juan del Pueblo”. Sí, el dinero “corrompe”. Lo sabemos. Sí, viendo la película todo esto queda bien claro. La pregunta es, ¿y qué? ¿Qué hay con eso?
Exacto. Nada. Se mencionó y ahí quedó.
Ese sabor “sosito” que queda cuando se acaba, es el que hace decir que The Menu –como película–, aún contando con varios ingredientes a su favor, necesitaba “cocinarse” y “sazonarse” más para que sus aspiraciones de resonar moralmente fueran sustanciales. Al final quita el hambre (porque entretiene), pero genera el mismo feeling de comerse un hamburger de fast food queriendo uno home-made: llena, pero no satisface.



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