2022 | Dir. James Cameron | PG-13 | 192 mins. | 20th Century Studios
Mi amor por Avatar no es un secreto pa’ nadie. Soy parte de un ínfimo sector de moviegoers que logra clickear demasiado con ella. Más allá de deslumbrarme por cómo se ve, también me gana por lo que me hace sentir. En otras palabras, me encanta. La adoro. Es por ello, que el anuncio de –no una, ni dos, ni tres– CUATRO secuelas me tenía como cagaíto. Añadiéndole, a su vez, el hecho de que eran constantemente retrasadas.
En mi libro, James Cameron como director estaba más que proba’o. O sea, aparte de esto, tiene a Terminator (1984), Aliens (1986), The Abyss (1989), Terminator 2: Judgement Day (1991), True Lies (1994) y Titanic (1997) en su resume. En esa lista, hay clásicos de género y obras maestras sumamente populares que han evidenciado que su talento y su éxito como cineasta no son algo accidental. Es una bestia en lo que hace. Sin embargo, siempre estaba esa extraña sensación con respecto a las secuelas de Avatar que invitaba a que uno se preguntara: “¿qué estará haciendo?”, “¿por qué se está tardando tanto?”, “¿podrá replicarlo nuevamente?”, “¿en serio se va a dedicar sólamente a esto el resto de su carrera?”, “¿quién, genuinamente, está pompea’o por ver más películas de esto?”…
Eran incógnitas casuales, pero persistentes, y entre los fans de la original, creo que aún más. Así que, luego de presenciar por tres horas y doce minutos lo que este man estuvo haciendo por 13 años, puedo decirles a ojos cerrados, que la espera valió la pena.
La película comienza años después de los sucesos de Avatar (2009). “Jake Sully” y “Neytiri” se encuentran en una nueva faceta como padres. Una vez los humanos regresan nuevamente a “Pandora”, “Jake” se ve obligado a defender su hogar y su familia, así le cueste volver a empezar y tener que aprender “el camino del agua”.
Narrativamente, The Way of Water supera a Avatar (2009) en todo. Atrás quedó el relato a lo Pocahontas, la redención y el heroísmo tradicional. Los personajes, tanto nuevos como conocidos, tienen nuevas facetas, matices y dinamismo. Ahora, tanto “Jake” como “Neytiri” –aparte de sus roles como líderes de su clan–, comparten la responsabilidad de mantener una familia y The Way of Water se enfoca, principalmente, en las acciones y consecuencias que se dan entre sus integrantes. Sigue siendo una trama “simple”, pero ejecutada de forma accesible y acertada, sin que el “melodrama familiar” caiga en los absurdos tipo Fast & Furious. Agradezcamos todos a “Eywa” por eso.
Los hijos e hijas de “Jake” y “Neytiri” (“Neteyam”, “Lo’ak”, “Tuk”, “Kiri” y “Spider”) toman la mayor parte del protagonismo, dejando unas impresiones tan buenas que nos llevan a empatizar con ellos y hasta llorar por ellos. Son el corazón de la película. De todos sus vástagos, es “Kiri” –la hija adoptiva– la que más resalta. Sigourney Weaver (Aliens), quien en la vida real tiene 73 años, la interpreta con toda la ingenuidad que transmite una adolescente que está descubriendo su identidad y lugar en el mundo. Su personaje deja con las ganas de querer ver más.

¿Otro de los nuevos personajes que deja buena impresión? El de “Ronal”, la “Tsaìk” (mujer chamán) del clan acuático “Metkaniya”, interpretado por Kate Winslet (Titanic). Su tiempo en pantalla es breve, pero desde que aparece deja claro que no se la deja montar de nadie. Transmite una actitud empoderada de líder y jefa de familia que cautiva desde su primera escena. Espero y sea un personaje recurrente.
Y hablando de quienes no se la dejan montar, “Neytiri” demuestra otra vez por qué es, y será, la eterna bichota de “Pandora”. Su rol es reducido, pero su impacto es resonante. Cuando desata su ferocidad es una vorágime imparable. Zoe Saldaña (Guardians of the Galaxy) rompe demasiado en el papel, y gracias a lo mucho que ha avanzado el motion capture del 2009 para acá, se le pueden apreciar más sus capacidades histriónicas por encima de lo digital. No cabe duda de que Saldaña es la reina del “sci-fi” del siglo XXI y su personaje, “Neytiri”, es la heroína que Cameron necesitaba para completar su Santísima Trinidad de féminas real G 4 life (siendo “Ripley” y “Sarah Connor” las otras dos).
Por otro lado, “Jake Sully”, el heroíco protagonista, logra resaltar más en esta entrega. Al no verse atado a ser “el elegido”, su personaje se permite ser más grounded e íntimo, aprovechando así, un poquito más, los dotes de Sam Worthington (Clash of the Titans) como actor (los cuales, todavía, puede desarrollar aun más para logar ser destacable).
¿Y por el lado antagónico? Stephen Lang (Don’t Breathe) como el “recombinante” del “Coronel Quaritch” mastica esos one-liners militares prepotentes a la perfección. No escapa de ser un arquetípico villano, pero cuenta con nuevos elementos con los cuáles puede explorar otros aspectos de su personaje.

Las mejoras sustanciales en la trama, el enfoque familiar y las (re)interpretaciones de los personajes son dignas de ser celebradas. Una buena secuela triunfa cuando expande organicamente las dinámicas y conflictos de sus personajes y The Way of Water progresa positivamente en ese departamento. Sin embargo, no hay triunfo más hijo de puta que el épico espectáculo visual que es esta epopéyica aventura. Si los bosques de “Pandora” te volaron la cabeza, prepárate pa’ cuando te sumerjas bajo sus mares. Una vez la fauna y la flora bajo los mares de “Pandora” toman el control de la segunda hora de esta película, no hay vuelta atrás.
Lo que Cameron hace y presenta aquí no tiene comparación alguna. Su fascinación por las profundidades del océano en la vida real, queda expuesta de la forma más majestuosa jamás presentada en un largometraje. Los efectos que le dan vida a esto, literalmente, están fuera de este planeta. Lenguaje visual evocando emoción estética una vez más, despertando la maravillosa sensación de descubrir algo que no hemos presenciado antes, generando así pasiones de tan sólo apreciar lo que se está viendo. Es demasiado impresionante y hermoso.
Y es, luego de esto, que Cameron –una vez más– le hace honor a la célebre frase de “Jack” en Titanic (1997) y demuestra por qué es “el rey del mundo”. La tercera hora de The Way of Water son 60 imparables minutos de acción y tensión que te mantendrán al borde del asiento. Ejecución a la “vieja escuela” que acaban en un emocionante y emotivo descenlace que dan ganas de que empiece la tercera parte justo cuando acaba esta.

Avatar: The Way of Water es una vivencia. Una que, al menos conmigo, caminará de la mano junto a la primera como algo único en su clase. Quizás las cotidianidades, la comodidad que genera el streaming, los riesgos de las conglomeraciones y otros factores enajenan cada vez más a las personas de estos mágicos templos llamados “cines” y es una pena. Dentro de esas cuatro paredes, a través de una enorme pantalla, por un rato de nuestro tiempo, podemos viajar y sentir. A veces, disfrutamos. Otras veces, sanamos. Hagas una cosa o la otra como espectador, Avatar: The Way of Water, reafirma perfectamente por qué no hay –ni habrá– un mejor lugar para apreciar una película. Mucho menos mientras hayan estrenos de genios como Cameron, cuyo compromiso con el entretenimiento es uno excepcional.
Sólo resta agradecerle por el regalo de Navidad que nos ha brindado. Era más que necesario. Sé que volveré a verla de nuevo muy pronto, porque esta, al igual que sus otras películas, invitan a querer ser revisitadas una y otra vez. Que haga todas las Avatar que quiera, que aquí las estaré esperando. Sin lugar a dudas, volvió a demostrar que es el PUTO AMO del espectáculo.
“I. See. You.”
Psdt. Si tienen la oportunidad de verla en IMAX 3D, si les es posible, háganlo en el IMAX de The Outlets at Montehiedra. Es la única sala de cine en Puerto Rico que la está proyectando en “48 fps HDR”. Verla así es toda una aventura. Les prometo que no se van a arrepentir.



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