2024 | Dir. Bryce McGuire | PG-13 | 98 mins. | Universal Pictures

Año nuevo, estreno nuevo de Blumhouse pa’ arrancarlo.

Esta famosa casa productora, fundada por Jason Blum, se ha caracterizado –principalmente– por financear películas de terror de bajo presupuesto, garantizando así su rentabilidad en taquilla. Algunas de ellas han generado franquicias exitosas (Paranormal Activity, Insidious, Sinister, The Purge) y ganado prestigiosos premios (Get Out). Otras, han sido revisiones a clásicos establecidos (The Invisible Man, Halloween, The Exorcist: Believer) y, recientemente, adaptaciones de videojuegos (Five Nights At Freddy’s). No menos importante, le ha dado la oportunidad a muchos cineastas, tanto veteranos como debutantes, a desarrollar propuestas originales, desde las últimas películas de M. Night Shyamalan (The Visit, Split, Glass, Old, Knock at the Cabin) hasta la sensación del año pasado llamada M3GAN.

Con sobre 200 películas producidas en su filmografía, Jason Blum se ha vuelto un nombre con cierto peso y confiabilidad. Por eso, Night Swim (2024) traía consigo un leve grado de curiosidad, más si en esta ocasión, también estaba el veterano de horror James Wan (Saw, The Conjuring, Malignant) como productor envuelto. Lamentablemente, toda la expectativa que podía generar esto se la chupó el filtro de la piscina.

Basada en un cortometraje de cuatro minutos con el mismo nombre, Night Swim trata sobre las distintas incidencias que atraviesa la familia “Waller” una vez se mudan a su nuevo hogar y descubren que la piscina de su patio esconde algo fuera de lo normal.

De una premisa tan al garete como esta se pueden “esperar” muchas cosas descabelladas. De por sí, estar metido en un cuerpo de agua desconocido genera miedo; y lo misterioso que resulta no saber que hay debajo cuando no podemos ver el fondo, aun más. Añádele a eso dos o tres espíritus malignos por el la’o y puedes hacer que algo totalmente cotidiano se vuelva traumante y siniestro, pero aquí no fue el caso.

El director/escritor Bryce McGuire (en su primer largometraje) optó por estirar el chicle de su creación de la forma más “segura”, clichosa y aburrida posible, enfocándose en las vicisitudes de la familia “Waller” en vez de arriesgarse creativa y tenebrosamente con el concepto de la fuckin‘ piscina embrujada. Este grado de “realismo” acaba trabajando en contra de la película. Ni su coquetería con la cámara ni las semi-comprometidas actuaciones de Wyatt Russell (The Falcon and the Winter Soldier), Kerry Condon (Better Call Saul) y Amélie Hoeferle (The Ballad of Songbirds & Snakes) se salvan. Aquí, todo es sacrificado, al igual que las víctimas de estas aguas malditas.

Dentro de este género, está más que probado que los “traumas” y lo “sobrenatural” son conceptos que –fácilmente– pueden converger, pero la estocada que acaba de jodeL a Night Swim es que no le saca provecho a nada de su premisa por irse en una dirección contraria a lo que debió ser. Su trama “seria” no cautiva, sus partes “espeluznantes” no asustan, el diseño de sus espectros está bien trili, la explicación de su “mitología” también es flojona y, en términos generales, no acaba complaciendo de ninguna forma posible.

No es que esperaba maravillas de un “estreno de enero”, pero tampoco me quería topar con semejante pastelillo. Lo que bien pudo haber sido una prima lejana de esas adaptaciones de J-Horror que estuvieron en auge a principios de los 2000 (The Ring, The Grudge, Dark Water), acabó siendo una deprimente y olvidable experiencia que invita a uno a querer ahogarse.

Blum, Wan, yo sé que Uds. pueden hacerlo muchísimo mejor. No nos vuelvan a tratar así de mal. A su discreción queda la primera candidata a lo peor del año.

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