2024 | Dir. Todd Phillips | R | 138 mins. | Warner Bros. Pictures
No fui uno de los que mamó con Joker cuando debutó en 2019. A cinco años de su estreno, todavía tengo mis reservas con ella. A nivel técnico estuvo IMPECABLEMENTE realizada, sobresaliendo su diseño de producción, fotografía, la hechizante banda sonora de Hildur Guðnadóttir (Tár) y la CABRONSÍSIMA interpretación del personaje titular – a cargo de Joaquin Phoenix (Gladiator). Son muy pocas las veces que presenciamos en pantalla un descenso a la locura tan incómodo y desolador. Sin embargo, a pesar de ser considerada por muchos como una de las películas comerciales más influyentes del siglo XXI y envalentonarla a disfrazarse de prestigio, su tesis no acaba de clickear conmigo.
Joker quiso hacer una exploración psicoanalítica de su protagonista a la vez que señalaba las implicaciones sociológicas de sus acciones a causa de su entorno. También, trató de levantar bandera con relación a cómo los medios de comunicación, en su búsqueda de rating y “tendencia”, se desvinculan por completo de las consecuencias nefastas que puede generar la explotación desmedida de una persona que sufre de un diagnóstico de salud mental deficientemente atendido. Aparte, señala que la sociedad es mala y hostil como colectivo sin importar qué. El detalle no está en la complejidad y delicadeza de los temas que buscó explorar y/o acaparar, sino en la forma tan contradictoria e hipócrita que lo hace.
Mientras Joker va “criticando” el fracturado sistema que facilitó la creación del “Guasón” por un lado, vanagloria el morbo e idolatra la violencia, anarquía y mentalidad de culto por el otro; prestándose así para -en efecto- “explotar” la figura del “payaso” a costillas del sufrimiento de “Arthur” en nombre del “entretenimiento”. Este choque de ideas pobremente desarrolladas hizo que el tema central de Joker ladrara mucho y no mordiera.
Pese a que su director y guionista, Todd Phillip (The Hangover) expresara que Joker sería debut y despedida, no pudo escapar de las garras de una “parte dos”. Después de todo, es una película que utiliza la mitología de un “mundo de superhéroes”. Aunque no fuese indispensable continuar la historia, el estudio (y el billón que recaudó en taquilla) haría lo que fuera por recapturar el “genio en la botella” aunque saliera el tiro por la culata.
Joker: Folie à Deux (2024) comienza dos años después de los sucesos de la original, con un “Arthur Fleck” recluido en “Arkham Asylum”. En la espera del juicio en su contra, conoce a “Lee”, una paciente que también se encuentra internada en la institución y con quien comienza a desarrollar una psicosis compartida.
Lo que prometía ser un sonoro y descabellado viaje a través de la psiquis de dos de los personajes más reconocidos y retorcidos del canon de DC Comics acaba siendo un letárgico courtroom drama, que vuelve a utilizar la explotación del protagonista como impulsor de una trama redundante y que si no se reguinda totalmente de la película anterior, no sobrevive.
El mayor punto de discusión de estos 138 larguísimos minutos de epílogo era que sería un musical. Para que una película de este género funcione y sea memorable, las canciones y secuencias con música deben expandir el arco emocional de sus personajes y empujar orgánicamente la narrativa. La idea de entrelazar las mentes de dos personajes trastornados era tremendo pie forza’o para un sinfín de posibilidades creativas. No obstante, en su búsqueda por re-evaluar lo ocurrido en la primera película, tanto a nivel temático como narrativo, Folie à Deux DESACIERTA grandemente en su experimento.

Las intervenciones esporádicas y yuxtapuestas no dejan de entorpecer el flujo de la poca historia que tiene Folie à Deux para jugar. La fantasía musical que elaboran “Arthur” y “Lee” carece de la chispa necesaria para diferenciarse de su realidad. No resulta ser “liberadora” y acaba siendo una extensión de la prisión física y mental que ambos viven, fallando así la ejecución del concepto. Phillips la tendrá pa’ la comedia y le hicieron creer que también la tiene pa’ lo serio, pero -definitivamente- no tiene NADA de dembow pa’ los musicales.
Aparte de lastimar su mayor atractivo, Folie à Deux -al igual que la original- vuelve a emprenderla contra todo sin decir nada concreto. No le basta con regodearse de nuevamente estigmatizar a “Arthur” y su miseria, sino que -irresponsablemente- “culpa” a la audiencia, tanto la ficticia (dentro de la película) como la real (nosotros como espectadores), de promover la enfermiza obsesión popular que se tiene por personajes como él . Otra vez, la doble moral de Joker contra-ataca y Folie à Deux nos “castiga” escondiendo al “Guasón” buena parte la película para dejarnos con “Arthur” y su tormento. Así, cuando aparezca el “payaso” lo extrañes, desees, y contribuyas a ser “parte del problema”. La falsa empatía por uno no puede co-existir con la alabanza del otro, pero la película sí tiene permitido hacerlo. Así que, ¡encore de l’hypocrisie!
¿Saben qué personaje tiene a cargo recordarnos que somos “culpables” de lo que incita y reprocha Folie à Deux? La totalmente desperdiciada “Harleen Quinzel”.

Lady Gaga (A Star Is Born) es una de las personalidades del entretenimiento más talentosas que existe. Por ende, mortifica mucho que su personaje en Folie à Deux haya sido relegado ser PURO background.
En vez de permitirle ser una digna contraparte de “Arthur”, a través de su vozarrón, presencia escénica y capacidades histriónicas, Folie à Deux se conforma con limitar a Gaga ser una “Harley Quinn” caprichosa y busca bullas que represente el gusto culposo y retorcido de querer ver al “Guasón” desacata’o sin medir las consecuencias que eso pueda tener en la maltrecha salud emocional de “Arthur”. Prueba de esto es cuando “Lee” menciona en varias ocasiones “la cantidad de veces que vio la película de televisión basada en él”, restregándonos en la cara lo “malos” que somos por ver cuanto material y contenido se produzca sobre criminales inestables. Aparentemente, según Folie à Deux, “Lee” nos “representa”, pero lo que hace en verdad hace es faltarnos el respeto.

Dejando a un lado mi evidente disgusto, reconozco la intención de hacer algo diferente, pero Joker: Folie à Deux es una innecesaria adición al cuestionable (pero ya establecido) legado de la original. Como musical no dio pie con bola. ¿Como propuesta en general? Una experiencia bien tediosa que NO TIENE muchas razones para existir. Joaquin Phoenix podrá nuevamente DARLO TODO, pero ni sus huesos expuestos ni el anti-climático y necesario desenlace de su personaje logran salvar esto.
Tal y como su predecesora, Folie à Deux tiene la misma cínica presunción de querer ser “profunda” como un océano y no llega ni a charquito en la brea después de una lloviznita. Les juro que no es personal. Sólo me encojona su ambivalencia y pretención.
A su juicio queda este esperado estreno. En lo que a mí concierne, tanto para fanáticos como para detractores, Joker: Folie á Deux se corona como LA DECEPCIÓN DEL AÑO.



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