2022 | Dir. Todd Field | R | 158 mins. | Focus Features

Me he tardado par de días en digerir Tár (2022). Es una película que lo requiere. Hay DEMASIADO que apreciar, interpretar y admirar en 158 minutos y no es para menos. Estamos ante un monstruosa película protagonizada por un monstruoso personaje (en todos los sentidos).

En esencia, “Lydia Tár” es una diosa. El monólogo inicial que da paso a la primera secuencia del filme lo confirma. Es una de las más grandes conductoras/compositoras que ha dado la historia. La lista de logros, premios y reconocimientos que ha obtenido a través de su carrera es una impresionante, al igual que su formación acádemica dentro de la música. Actualmente, se desempeña como la conductora maestro de la Orquesta Filarmónica de Berlín, una de las más prestigiosas y respetadas a nivel mundial. Na’ más con esa carta de presentación mete miedo. ¿Cómo persona? Es aún más temerosa.

Desde que abre la boca, denota una arrogancia y prepotencia cabrona. Lo cual es “gano” por quien es y como se ha abierto paso en un mundo dominado por hombres. Ser una mujer queer que ha superado a sus contrapartes masculinas le da “carta blanca” ser una bicha en todo el sentido de la palabra, sin tener la más mínima conciencia sobre el alcance e influencia de su (o abuso de) poder o tan siquiera pensar en qué pasaría si, tanto como ella y todo a su alrededor, se saliera de control. Lo que procede luego de conocer a “Lydia Tár”, es un minuicioso y menticuloso estudio de personaje que no para de maravillar por su complejidad.

La estructura de Tár –como película– permite que veamos a “Lydia” tanto en su faceta profesional (su “yo” público, todo recto y ensayado), como en su faceta personal (caótica, manipulable y decayente). No menos importante, nos presenta su psiquis en todo su esplendor. Entre el drama, lo terrorífico y el arthouse, Tár nos lleva a ser pasajeros dentro de la mente de “Lydia”. Esto, da paso a que la resonancia de los sucesos que ocurren a su alrededor puedan ser vistos –y escuchados– a través de un prisma grisáceo o una nota discordante. Una mujer con fallas, muy lejos de la perfección que aspiraba alcanzar. Las decisiones y consecuencias que toma “Lydia” no pueden ser vistas como absolutas en cuestión a la dicotomía entre el bien y mal. “Lydia” metió las patas e hizo cosas indignantes. Muchas de ellas indefendibles. Aún así, su proceso creativo se mantenía firme, sacando “melodías” de sus momentos más íntimos y sublimes, así como de los más iracundos y esotéricos. “Lydia Tár” es una hijae’ puta. Un personaje que muy pocas veces es visto en el cine. Por ende, era necesario que fuera interpretado por alguien a su altura. Es ahí que entra otra diosa al juego. Una de mis favoritas: Cate Blanchett.

La actuación de Blanchett (The Lord of the Rings) nos hace creer que “Lydia Tár” es un personaje real y que está siendo interpretado por ella misma, en vez de la actriz. Así de convincente es. La manera en que Blanchett se pierde dentro de su personaje es alucinante. Le da a “Lydia” tantos matices que es imposible no quedar hechizado con lo que hace escena tras escena, logrando cambiar de perspectivas y “tonos” con una irreal facilidad. “Lydia Tár” orquesta su propia existencia huyendo del fantasma de la culpa y Blanchett logra que esto quede grandiosamente evidenciado. Su interpretación es la mejor actuación femenina del año. No hay break.

Al igual que Blanchett, Todd Field –como director/escritor– merece también todos los halagos. En su primera película en 16 años (luego de la buenísima Little Children), Field vuelve a evidenciar que su capacidad y talento no son esporádicos, sino que han añejado con creces. Tár, más allá de una pseudo-biografía fictícia y la examinación de un personaje, es una película que invita a la re-evaluación de nuestros cimientos formativos y/o role models. A medida que los tiempos cambian –y por nuestras experiencias de vida– la apreciación que teníamos de algo o alguien, también cambia. Lo que en esencia nos representaba anteriormente puede ser distinto a lo que somos como personas hoy día. Por ende, estamos en total libertad de re-educarnos y determinar qué será o quiénes serán los que van a influir, acorde a nuestros valores morales actuales o aprendizaje adquirido en la marcha. En el caso particular de Tár, esto es cuestionado en cómo se puede desvincular el legado y las proezas artísticas de una persona vs. sus acciones en la vida personal. “Lydia” idolatraba y quería emular tanto a sus más grandes influencias que pecó hasta de imitarlos en lo más caótico. Más allá, invitó (e intimidó) a nuevas generaciones a hacer lo mismo, dando paso así a un aspecto reflexivo sobre lo que –actualmente– conocemos como la infame cancel culture.

Al final, Tár también trata sobre una persona rota, que tuvo que descender a lo más bajo, perderlo todo y de ahí, intentar resurgir. El final, una genialidad dentro de sí, denotó esto. Contrario al principio de la película, “Lydia Tár” no es presentada como una deidad, sino como un producto carente de identidad, orquestando “algo” más importante que ella y no viceversa; ya que su valor como artista –y persona– se desvaneció como acorde en el vacío de una sala de conciertos.

Tár no es cine comercial. Es puro gusto adquirido. Pero, si se quieren aventurar con algo distinto, se las recomiendo. Es una de las películas más cautivantes del 2022 y Cate Blanchett, de por sí, vale cada minuto de esto.

One response to ““Tár””

  1. […] su diseño de producción, fotografía, la hechizante banda sonora de Hildur Guðnadóttir (Tár) y la CABRONSÍSIMA interpretación del personaje titular – a cargo de Joaquin Phoenix […]

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